Vengo de una familia de padre judío y madre católica así que crecí entre el Viejo y el Nuevo Testamento, era complicado, cada domingo debíamos  cumplir con mi  madre  y acompañarla a misa y los viernes asistir al shabat para recibir el sábado, junto a mi padre, en casa de mi abuela, y respetar sus costumbres de ayunos. De una forma, vimos como nuestro padre era más estricto en las tradiciones del judaísmo; y de otra, vivimos más light nuestro catolicismo a pesar de que habíamos sido bautizados, hecho la Primera Comunión y la Confirmación.

Luego de pasar de la adolescencia a la mayoría de edad, terminé el colegio y como buen hijo de judío me enfoqué en trabajar y hacer dinero como comerciante; luego me casé, quizás con muy poca madurez y sin saber realmente lo que es un matrimonio, ya que estaba enfocado en hacer dinero y mantener un estatus de vida, no así en hacer feliz a mi familia, más bien pensé  que dándoles todo lo material estaba cumpliendo con los deberes de un buen esposo y padre, pero luego comenzaron los problemas matrimoniales, trabajaba 18 horas diarias 7 días a la semana y mi matrimonio se iba de picada, pero esto no fue todo, un día pasó lo inesperado, mi esposa le da un fuerte ataque de asma y en una ambulancia camino al hospital muere de un infarto. Ya podrán imaginar lo que fue esto para mí y toda la familia, de la noche a la mañana me convertí en viudo y con dos hermosas hijas, de 4 y 9 años, fruto de un matrimonio el cual no pude llevar con madurez y como Dios manda y pasó lo que quizás nunca me imaginé podía pasar.

Luego de los golpes fuertes uno comienza a ver la vida con madurez y entramos entonces en una encrucijada, una batalla de cómo criar un padre a dos hijas pero sentí que una de las formas de rectificar mis errores ante Dios era convertirme en el mejor padre del mundo, ante esto comencé a encontrar algunas diferencias con mi madre y mi suegra, ellas eran de la mentalidad de que lo mejor era quedarse una de ellas y criar a mis hijas, ya que yo era un hombre y consideraban que podían hacerlo mejor, pero yo sentía que eso era evadir mi responsabilidad de padre y si era verdad que ya su madre no estaba, yo como padre no podía faltarles y con la ayuda de Dios podría hacerlo, lo cual no fue nada fácil, pero bueno el Señor llevándome de su mano, me dio a una persona la cual es un regalo de Dios: mi esposa actual, ella viene de haber tenido un fracaso de su primera relación ya que había sido maltratada, física y verbalmente, pero esta relación le había dejado lo más preciado para ella en ese momento, su hijo. Antes de vivir todos juntos como familia le pregunté si podría con esa responsabilidad que no tenía por qué asumir, a lo que ella me respondió diciéndome que si me quería a mí tenía que querer igual a mis hijas y viceversa.

Bueno, tomamos la decisión de seguir el camino todos juntos, antes éramos los míos y los tuyos pero luego llegaron los nuestros. En ese momento llegaron más pruebas y co- menzó una dura y conflictiva relación, imagínense si llevar una relación matrimonial normal no es fácil como sería donde somos los míos, los tuyos y los nuestros, casi todos los días terminábamos echándonos el uno al otro de la casa, ella sentía que yo quería más a mis hijas de la primera relación y de igual forma yo sentía que ella quería más a su hijo que a mis hijas y realmente era justificable pero de una cosa no nos habíamos dado cuenta, que teníamos la pirámide invertida, no sabíamos quién era primero en nuestro hogar, si ella, nuestros hijos, los suegros o yo, pero entre tantas peleas, acciones y reacciones, sumado a eso yo seguía muy entregado al trabajo igual o peor que antes, ya que ahora hacía falta más dinero, éramos más y no quería dejar mi metas económicas de lado, y otro matrimonio que se iba al despeñadero.

Pero un buen día llegó una nota que en una casa vecina, en la cual vivía un sacerdote con un grupo de consagrados comenzaría a dar misa los domingos, entonces mi hoy esposa, que hasta ese momento no lo era, me dice: ¿qué te parece si vamos a esta misa? y le dije que estaba bien, entonces en esta misa conocimos al padre Francisco Verar y luego volvimos el siguiente domingo y el siguiente y fue creciendo la relación con el padre el cual luego se convertiría en nuestro confesor y amigo, más adelante guía espiritual, y su primer consejo fue que dejáramos el pecado en el que estábamos viviendo y que nos casáramos por la iglesia y siguiendo su recomendación y por amor a nuestra familia seguimos su consejo enseguida y poco a poco fue catequizándonos. Luego fundó la Comunidad Magníficat y construyó la Aldea María Reina de la Paz la cual hasta hoy día hace un trabajo de evangelización maravilloso y comenzó con un plan de retiros a matrimonios a los cuales fuimos invitados y recuerdo bien que en mi primer retiro aprendimos algo que nos ayudó mucho, que era llevar bien nuestra pirámide, primero Dios, luego mi cónyuge, luego los hijos, padres, etc. Y nosotros la teníamos bien invertida poníamos a los hijos, padres etc., antes que Dios, después de casarnos y aprender tantas cosas en las catequesis comenzamos a tener más paz y, poco a poco, mi esposa principalmente comenzó a crecer en la fe y a amar más a la Virgen María, todavía a mí me costaba porque mi sangre judía me arrastraba siempre al deseo del trabajo sin límites y hacer dinero y como no tenía mi fe clara, mi esposa comenzó una campaña de oración por mi conversión y como el padre Francisco comenzó a hablarle mucho de María Reina de la Paz, ella fue viviendo sus mensajes y creciendo su deseo por ir a Medjugorje, para mí la Virgen no tenía un significado mayor y no creía mucho en lo que escuchaba de las apariciones de la Virgen, pero mi esposa seguía en oración por mí, luego el padre nos invitó a que fuéramos a una peregrinación a Medjugorje y mi respuesta fue enseguida: “yo no puedo padre, que se vaya Yina (mi esposa) yo tengo mucho trabajo”, pero ella trató de convencerme y al final fui yo quien la convencí de que se fuera sola, pero después de ver confirmado su viaje, unos días antes del mismo, muere mi padre y ella decide quedarse para acompañarme en ese dolor que yo sentía, de esta forma estuvo tratando de convencerme por lo menos tres veces más y mi respuesta era que yo me quedaba cuidando los hijos y los negocios que tenía mucho trabajo, era mi respuesta de siempre, y mi esposa trató de irse sola pero cada vez hubo algo que se lo impedía, pero un día estando en un retiro dictado por varios sacerdotes sobre la Divina Misericordia, entre ellos el padre Francisco, recibimos la noticia de que nuestro hijo (Aaron) el más chico de todos los cinco, con solo 3 años, no lo encontraban por ningún lado de la casa y al llegar al patio lo encontraron en la piscina de la casa en la parte más onda de la misma, imagínense cualquiera de las partes de la misma el agua lo cubriría en su totalidad, pero él con tan solo 3 añitos se había logrado sostener del borde con sus manitas quien sabe por cuánto tiempo, pero aprendí de esto una lección muy grande, que si estás en las cosas del Señor Él te sostiene a ti y toda tu familia como lo hizo con mi hijo este día y también tengo la seguridad que si en ese momento yo hubiera estado en una discoteca, bar, cantina o en un acto infiel la historia sería otra.

Ese día le dije a mi esposa: “mi vida, nos vamos a la próxima peregrinación, ya no tengo excusa si estamos en las cosas de Dios todo marchará bien con nuestros hijos y nuestros negocios”, cuando llegó el momento de la peregrinación surgían muchas dudas: si de verdad vería la Virgen, cómo será eso en Medjugorje. Incluía recorrer varios lugares de Italia: Roma, el Vaticano, San Giovanni Rotondo, etc., todo nos ayudó mucho a crecer en la fe pero al llegar a Medjugorje lo que sentí en mi corazón fue impresionante, la paz que se respiraba, el ambiente de oración que se vivía, me hicieron comprender que aquí estaba la presencia de la Virgen, y visitar varias comunidades como Cenáculo, me enseñó que hay otro mundo diferente al que yo estaba acostumbrado. Y al asistir a la primera aparición y escuchar el mensaje de la Virgen, no pude parar de llorar y rectificar sobre lo equivocado que estaba en la vida, ya después de esto mi vida fue diferente y me di cuenta que no necesito tanto para vivir y ahora puedo gritar: “Gracias, Madre, gracias por llenarme de la verdadera paz, gracias María Reina de la Paz, te amo”.

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