Al recibir la noticia que la Virgen María Reina de la Paz me había invitado a visitarla en Medjugorje a través de mi gran amiga Hildegard Campman, no lo creía, no lo asimilaba; mi  mente se llenaba de   interrogantes: ¿Cómo puede ser esto? yo no tengo dinero ¿cómo lo pagaré?…. Estos interrogantes permanecieron en mí varios días, hasta que me senté frente a la Virgen y le dije: “Yo quiero ir a ti, tómame de tus manos y dame luz para resolver”.

Mi llegada a Medjugorje fue el 1 de agosto de 2013, eran como las 2 de la madrugada, recuerdo claramente que al entrar al pueblo se sentía un silencio y una paz como si estuviera entrando al cielo; ese día al llegar a la posada las únicas palabras que salieron del guía fueron: “todos a sus cuartos a descansar”, y la invitación a reencontrarnos a las 9:00 am para conocer el itinerario. Yo estaba muy cansado y en medio de tantas expectativas dije: “Aquí me tienes Madre, llévame a tu Hijo, haz que descanse”, estaba agotado y rezando un Ave María me quedé dormido, pasaron las horas y no me di cuenta, de repente abrí los ojos, no tenía sueño, me sentía con gran fuerza y motivación, me levanté y vi la hora, eran como las 6:15 de la mañana; me vino a la mente la pregunta ¿qué voy hacer si nos reuniremos a las 9 de la mañana?; no me quería quedar en el cuarto, pues decidí salir de la posada y empecé a rezar el Rosario, caminaba con gran alegría viendo a la gente por todas partes, en distintas direcciones, yo contemplaba lo que mis ojos percibían, pero seguía rezando el Rosario a nuestra Madre
Celestial, sentía la paz, era una realidad en mi alrededor y sin darme cuenta llegué a un lugar hermoso, levanté mi mirada, una imagen de la Virgen se reflejaba al horizonte junto a una cruz… Había llegado sin saber al Monte de las Apariciones y desde entonces todos los días me despertaba a las 6:15 am y subía rezando el Rosario para el encuentro con nuestra Madre. Sentía que era un llamado, una invitación que me hacía la Virgen y me fortalecía cada día. Esos encuentros se hacían cada vez un compromiso, una entrega, una invitación a ofrecerme en cuerpo y alma; así lo entendí y así lo hice…

Otra vivencia sorprendente fue escuchar los testimonios, me llenaban de gozo en el corazón, veía como la Virgen llevaba a tanta gente a conocer a su Hijo comenzando así para ellos un camino de conversión. Durante el Festival de la Juventud en Medjugorje sentía alegría al saber que ese gozo que llevaba dentro muchas personas también lo vivían, eran rostros que reflejaban alegría, brillo, lágrimas de re- gocijo y admiración por tanto amor.

Percibía una gran sabiduría el reconocer el llamado de María a una vida nueva. Es así que siento el llamado a confesarme, era como si la Virgen me tomara de las manos y me llevara hasta la multitud de sacerdotes, era increíble ver a tantos sacerdotes confesando, pero más aún ver las enormes colas que hacía la gente para confesarse. Sin duda alguna tuve un encuentro con Jesús porque sentí que me liberaba y me daba una nueva  oportunidad de vivir una vida nueva. Durante mi confesión hice la autobiografía de mi vida, desde mis 5 años hasta la actualidad (50 años) era como ver una película de mi vida y en cada escena contemplaba el llamado de Dios, cada momento se convertía en una renovación de la fe a través de la conversión y la entrega. Doy infinitamente gracias a nuestra Madre por llevarme a Medjugorje, por darme la mano y llevarme a Jesús mi gran salvador y Señor; con la ayuda de María mi vida se ha llenado de esperanza, seguridad, entusiasmo y entrega a la gran misión evangelizadora de llevar sus mensajes a todas partes que me dirija o me encuentre. Me siento apóstol de María, Peregrino de esperanza y Misionero de Jesús.

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