31 de agosto de 2015

Mensaje de la Virgen María Reina de la Paz, desde Medjugorje, del 25 de agosto de 2015 y reflexión del P. Francisco Ángel Verar Hernández

“Queridos hijos! También hoy los invito a que sean oración. Que la oración sea para ustedes las alas para el encuentro con Dios. El mundo se encuentra en un momento de prueba porque ha olvidado y ha abandonado a Dios. Por eso, hijitos, sean aquellos que buscan y aman a Dios sobre todas las cosas. Yo estoy con ustedes y los guio hacia mi Hijo, pero ustedes tienen que dar su sí en la libertad de los hijos de Dios. Intercedo por ustedes, hijitos, y los amo con un amor infinito. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!”

La Virgen María continúa hablándonos, gracias a Dios, 2 veces a la semana: 25 y 2 de cada mes. Estos mensajes son para la Iglesia y para el mundo. Y si la Madre habla es por alguna razón, entre otras, porque nos quiere ayudar. Y nosotros podemos tomar sus mensajes, o bien, rechazarlos. Sin embargo, Ella como Madre, siente la necesidad de ayudarnos, porque de lo contrario dejaría de hablar. Este mes nos ha dicho: “Queridos hijos, también hoy los invito a que sean oración. Que la oración sea para ustedes las alas para el encuentro con Dios.” Si dice, “también hoy los invito a que sean oración“, es para recordarnos que otras veces nos ha pedido lo mismo, y ve la necesidad de volverlo a repetir. Seguramente, porque no ve la respuesta como se debe. Entonces, el mensaje de este mes es una nueva llamada a la oración. Es decir, al diálogo con Dios cara a cara. Esta llamada es siempre la más insistente de la Madre desde que aparece en Medjugorje. En efecto, Ella quiere que sus hijos oren más y hablen menos; como también ha dicho. Quiere que cada día nos encontremos con Jesús en la oración. Pero obsérvese, que nos se trata de orar por orar, como si fuera por compromiso, sino de llegar a ser la oración misma, que es otra cosa. La mayoría de los medjugorianos, seguramente, oran, pero pocos han llegado a ser oración, que es distinto. Entonces, puntualicemos: una cosa es orar y otra llegar a ser la oración misma. Y si una persona ora poco jamás llegará a ser oración. ¿Pero, puede una mujer común, un joven estudiante, un trabajador común llegarse a transformarse en oración? Por su puesto que sí. Porque de lo contrario la Madre no lo pediría. Ahora vemos que significa llegar a ser oración.

1. Para llegar a ser oración hay que dedicar cada día un tiempo a Dios. Lamentablemente, la gente no quiere orar y no le ve la importancia que la oración tiene. Por eso hay que comenzar con la disciplina: cada día ponerse delante de Dios. Y cuando lo hacemos no son tan importantes las palabras, ni los recursos (liturgia de las horas, el rosario, la Lectio Divina, la coronilla de la Misericordia…), sino que lo más importante es el corazón se abra y permanezca abierto a Dios durante la oración. Y esto hay que hacerlo cada día. No se puede hacer un día si y otro no, de orar “cuando tengo ganas”. Porque para llegar ha ser oración hay que colocarse todos los días delante del Amado. Dice la carta a los Hebreos que nuestro “Dios es fuego devorador”. Pero ese fuego devorador es un fuego de amor, puro amor. El hombre que llega a ser oración llega a transformarse en eso mismo: “fuego devorador de amor”. Pero todo comienza con la disciplina. Quien no se disciplina y se coloca todos los días delante de Dios con el corazón abierto, no sabe lo que es el verdadero amor. Entonces, cuando se ora, todos los días se le debe permitir a Dios que la cera del corazón humano se derrita delante de Él. Es como cuando en una hoguera introducimos la leña para ser consumida por el fuego, porque se espera que arda y caliente la casa porque hace frío. Es lo mismo. El mundo está helado: frío de amor, de paz, de alegría y la Madre quiere que nosotros los cristianos lo calentemos con el fuego del amor de Dios. Pero, lamentablemente, encuentra pocos corazones que quieran derretirse delante de Dios como la cera se derrite en el fuego, como la leña se consume en la una hoguera. La Madre necesita corazones generosos que calienten el mundo con el fuego del amor de Jesús y sin la oración es imposible. Entonces no queda más que enamorar de Jesús, él gran marginado de los tiempos presentes.

2. Para llegar a ser oración hay que saber orar. Otro problema que se encuentra en la vida de oración es que la gente no sabe orar. Muchos lo hacen solo por rutina. Como hemos dicho, cuando se ora hay que abrir el corazón, hay que disciplinarse, pero también hay que hacer “silencio interior”. Este particular es importante. La gente ora pero con la mente, en primer lugar, y luego, nos se saben abrir el corazón, por último: se ora con el ruido del mundo: las preocupaciones, los problemas. La gente cuando ora no sabe abandonar el stress en el que viven. Y de esta forma no se puede escuchar a Dios. Por eso hablamos del “silencio interior”. Este concepto es fundamental. En medio de una plaza pública, donde hay coches, gente que camina y cientos que hablan, no se puede escuchar el trinar de una pequeña ave y la tierna voz de un niño que le dice a su madre que la quiere. Lo mismo ocurre en la oración. El corazón de muchos se asemeja a una plaza de un mercado, de uno de nuestro moles modernos. ¿Cómo escuchar a Dios con tanto ruido? Es muy difícil, por no decir que en la mayoría de los casos es imposible. Entonces, para ser oración hay que saber hacer el “silencio interior”. Hay que saber callar el corazón y la mente. Por eso se aconseja recogerse en el silencio exterior. Porque ayuda. Pero por otro lado, hay que aprender a dominar la ansiedad de querer encontrar respuestas a todo. Hay que vivir con la paz en el corazón. Los antiguos llamaban a esto “hesicasmo”. El hesicasta es aquel que ha hallado la paz del corazón, la paz interior, la paz necesaria para orar. Esto, definitivamente es un don. Pero Dios, sin lugar a dudas, lo da a quien diariamente se esfuerza en orar. Por eso sería ideal pedirle a Dios ¬para transformarse en oración como quiere la Virgen¬, el don del silencio interior: pedirle a Dios que serene el alma del ruido que a acumulado del mundo exterior, del trabajo, de los amigos, de la Televisión, del internet, de la esclavitud de las redes sociales. Y por todo esto la Virgen dice: “sean oración”. No dice: “oren”. Sino “sean oración” y la oración es el recogimiento interior, es paz, es silencio… porque en la oración Dios habla y Su voz es la importante, no la nuestra.

3. Para llegar a ser oración hay que estar siempre en paz con Dios. Es imposible ser oración enemistado con Dios. Vivir atado al pecado. Por eso, para llegar a ser oración, habría que preguntarse si hay esclavitudes interiores. Y si las hay, recurrir de inmediato al confesonario y hacer una buena confesión. ¡Si es necesario hasta las lágrimas! Pedir perdón por el orgullo, por no dejar al Espíritu Santo actuar en el corazón. Con el pecado nos se puede orar debidamente. Por lo cual, hay que vivir en conversión constante. Con una doble vida es imposible transformarse en oración. De hecho, hay mucha gente que tiene su corazón dividido y quieren tener experiencias fuertes de Dios en la oración. ¡Esto es imposible! y a esa gente el demonio las engaña con las ilusiones. Incluso, con cierto tipo de mociones interiores que se las atribuyen a Dios cuando son fruto de su imaginación. Se creen cerca de Dios cuando en el fondo son sus grandes enemigos porque viven en pecado. Pero lo peor, es que se han acostumbrado en vivir tanto en el pecado que difícilmente pueden salir de él. Y por lo mismo, nunca llegarán a orar con el corazón ni transformarán sus vidas en oración. Entonces, lo único que les queda es dejar el fariseísmo en el que viven y tomar la conversión en serio: dejar de jugar con Dios. En algunos casos en necesario confesarse cada semana, y antes de ir al confesonario hacer el debido examen de conciencia con el evangelio en mano y además repasar cada uno de los pecados capitales.

4. Para llegar a ser oración hay que ponerse en paz con el prójimo. Lo que significa primero perdonar de corazón. Luego, hay que pedir perdón con el corazón. La Virgen al inicio de las apariciones dijo: “para poder orar con el corazón hay que perdonar y pedir perdón”. Y lo mismo se aplica para llegar a ser oración. La persona que no perdona con el corazón no puede llegar a ser oración, porque la oración es reconciliación, fraternidad. Luego, hay que examinar sin hay alguna persona o acción del prójimo, que causa interiormente rencor. Y luego perdonar de corazón. Muchas veces el corazón, como mecanismo de defensa, se engaña: piensa que ha perdonado, que no guarda rencor, que ya todo paso. Por eso es importante recordar las acciones del pasado para ver si al recordarlas todas se recuerdan con paz, con amor… De lo contrario, pude existir el rencor enmascarado y eso dificultará la oración. Lo mismo se dice de la humildad que debemos practicar cuando hemos ofendido a alguien. Si lo herimos debemos pedirle perdón, no disculpas, porque las disculpas la piden los orgullosos pero los humildes piden perdón. Será difícil llegar a ser oración si no se practica la humildad con el prójimo, porque Dios es humilde y quiere que sus hijos sean como Él.

5. Para llegar a ser oración hay que ser constante en el trato con Dios. Porque una cosa es disciplinarse y orar todos los días con el corazón abierto y otra ser constante, no dejarlo de hacer nunca. En la constancia está la transformación en la oración, es algo que se adquiere con los años y con la ayuda de Dios, a tal punto que luego Dios y el hombre se hacen uno. Como dijo San Pablo: “ya no soy yo quien vive sino Cristo en mi”. Se trata entonces de vivir en la presencia de Jesús siempre: las 24 horas del días, los siete días de la semana. Es cuando ocurre lo que Teresa de Ávila denominó en las Moradas: el matrimonio espiritual con Dios. Es semejante a lo que ocurre cuando el agua de la lluvia se mezcla con el agua del mar o cuando los arroyos desembocan en el océano. Es imposible separar las aguas una vez que se han mezclado. Obsérvese que es lo que la Madre pide cuando dice: “Queridos hijos, También hoy los invito a que sean oración. Que la oración sea para ustedes las alas para el encuentro con Dios.” Ser oración es volar hacia Dios con alas propias y vivir sujeto a Él. No se llega a Dios con el móvil en las manos sino con las alas de la oración. María quiere que las almas, en lugar de chatear con el mundo, chateen primero con Dios, con Jesús. Por eso hay que tener el Rosario siempre en las manos en lugar del móvil. Escoger entre el móvil o el Rosario, porque no se puede con las dos cosas, porque se amará a una y se aborrecerá la otra. Cómo ya dijo Jesús respecto al dinero y a Dios.

Luego, la Virgen ha dicho: “El mundo se encuentra en un momento de prueba porque ha olvidado y ha abandonado a Dios.” Esta frase es clave y ¡qué apropiado que la Madre lo recuerde! Porque, al parecer, muchos cristianos no se han percatado de esta realidad. Entonces, el problema de la crisis hoy, se origina porque el ser humano ha olvidado a Dios y ha abandonado a Dios. Luego, el problema no es la economía, la falta de trabajo, la falta de novios y novias serios que quieran compromisos estables y honestos… Tampoco la falta de moralidad, la drogadicción, el alcoholismo, los juegos de azar, los abortos, la eutanasia, el calentamiento global… No. Todo se origina en el distanciamiento de Dios. Este es el verdadero problema y la Madre viene a evangelizarnos, viene a ayudarnos. Ella está preocupada por el mundo. La verdadera crisis se da por que el mundo ha expulsado a Dios, y la manera de acercarse a Él es a través de la conversión y de la vida de oración. Nos toca recordarlo con la Reina de la Paz, sin miedo. Pero para poderlo recordar a todos hay que orar mucho para no caer en las mismas pruebas que la Virgen habla. Porque también puede ocurrir que los cristianos, por dejar de orar, se alejen de Dios; aún participando de la Iglesia. Por lo cual hay que recordar que no basta ir a Misa y trabajar en la Iglesia para estar cerca de Dios. No. Hay que permanecer en silencio cada día delante de Él para que le hable al corazón y lo llene de Su presencia, de Su amor. Por lo tanto, no hay que quedarse observando la “prueba” en la que el mundo se encuentra, sino que hay que “observar” a Dios con el corazón cada día. Y a Dios se le “observa” cuando en la oración se ama. La mejor oración es la que más amor tiene. Ser oración es lo mismo que ser amor.

También al Madre ha dicho: “Por eso, hijitos, sean aquellos que buscan y aman a Dios sobre todas las cosas. Yo estoy con ustedes y los guio hacia mi Hijo, pero ustedes tienen que dar su sí en la libertad de los hijos de Dios.” Esta penúltima parte del mensaje es importantísima, es el desafío, es el reto, la llamada a trabajar por la salvación de las almas y salir de la mediocridad espiritual. La Madre dice “sean aquellos que buscan y aman a Dios sobre todas las cosas” No es difícil cuando se ora y se recuerda que la única manera para cumplir con esta llamada es orando como se debe. Porque es cuando se ora cuando Dios puede ser amado por encima de todas las cosas. Es lo mismo que tener a Dios en primer lugar en el corazón. Cuando una persona está enamorada de otra lo tiene en primer lugar en su corazón. Por lo general, la gente tiene a otras personas en primer lugar y tiene otras cosas: el dinero, el trabajo, el juego… Entonces, se trata de que Dios ocupe el primer lugar y la vía es el amor hacia Él. Y esto es el fruto de la oración. Diríamos el primer fruto. Para la gente es más fácil enamorarse de un ser humano que de Dios, y la razón: porque no quieren orar como se debe.

Al final la Madre dice: “Yo estoy con ustedes y los guio hacia mi Hijo, pero ustedes tienen que dar su sí en la libertad de los hijos de Dios. Intercedo por ustedes, hijitos, y los amo con un amor infinito.” Esta última parte del mensaje se divide en dos partes. En la primera la Madre habla de que está con nosotros: nos ayuda, intercede, nos guía hacia Jesús, pero espera que sus hijos den el “SI”. ¿A qué se refiere? A que se decidan a orar, y por medio de la oración Dios ocupe el primer lugar en el corazón, luego ayudar al mundo a salir de la “prueba” en la que está por haber expulsado a Dios. La Madre puede decir muchas cosas bonitas, pero si el ser humano no se decide en responder a las palabras de María estas quedan vacías. La Madre quiere respuesta, no promesas, no deseos de orar, no devocionismo. Muchos medjugorianos ¬hay que advertirlo- han hecho de Medjugorje una devoción más, puro pietismo, en lugar de escuela de vida. Y María no quiere eso. Por eso dice: hay que dar el “SI” y no quedarse en la devoción o en los deseos de colaborar. En otras palabras: se trata de una decisión en la libertad, de salir del “comodismo” (valga el neologismo), de salir de la vida espiritual del menú a la carta: “tomo lo que me gusta, lo que puedo hacer”. Esa mentalidad es la errada. María ha dicho que debemos ayunar dos veces a la semana a pan y agua, orar 3 horas diarias, la Confesión mensual, el grupo de oración, el rosario tres veces al día, la Misa diaria, la lectura de la Biblia diaria… y ha hablado mucho de la conversión, que siempre es lo primero. Porque sin la conversión no puede haber respuesta alguna.

 

 

 

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