San Luis Mª Grignión de Montfort explica que: “en la segunda venida de Jesucristo, María tiene que ser conocida y puesta de manifiesto por el Espíritu Santo, a fin de que por Ella, Jesucristo sea conocido, amado y servido.” (Tratado de la Verdadera Devoción nº 49)

Es  sentencia común, para muchos santos, que el Advenimiento del Reino del Señor, será fruto del Reinado de su Madre Santísima y Madre Nuestra. Pero ese reinado pone sus bases sólidas y profundas, no en los estandartes del mundo ni en sus poderes ocasionales, sino en el lugar en el que Dios quiere establecer su morada permanente: en el corazón de sus apóstoles.

María nos dice: “Está en ustedes difundir el amor de mi Hijo a todos aquellos que no lo han conocido.” Y para que ese amor se pueda difundir, debe estar inundando primero nuestros corazones, no solo como un concepto conocido y racionalmente asimilado, sino como una realidad vivida, como un don acogido y como un “Divino Huésped” que establece su morada en nuestra alma.

Teniendo por fin ese reinado de amor, se nos regala un camino, una escuela, un lugar en el Corazón Inmaculado de María, donde nuestra fragilidad es transformada y fortalecida según su Corazón Maternal: “Yo, como Madre, estoy siempre con ustedes. Oro a mi Hijo para que los ayude a que en su vida reine el amor: el amor que vive, el amor que atrae, el amor que da la vida.”

Dice nuestra Madre: “La oración los ayudará, porque la oración los salva a ustedes, la oración salva el mundo”.

“Orar con el corazón” es el resultado de un impulso del Espíritu Santo, que nos mueve a la humildad y la confianza, como María. “…Ella se ocultó en este mundo y se colocó más bajo que el polvo por su profunda humildad…” (San Luis Mª Grignión de Montfort)

De esa manera nos cobijamos, como los Apóstoles en Pentecostés, en los brazos de María. Nos sumergimos en Ella, que es el primer cáliz, para que Cristo, con su supremo Sacrificio nos enseñe como se debe amar.

María debe resplandecer más que nunca en los últimos tiempos en misericordia, poder y gracia, pero quiere hacerlo por medio de sus apóstoles, sus “pequeñas luces del mundo” a las que con amor maternal les enseña a brillar con claridad en todo su esplendor.

 

FOTO: https://hagaseestar.wordpress.com

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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