¡Hoy celebramos la Asunción de la Santísima Virgen al Cielo! Esta fiesta es de gran alegría para todos los cristianos, ya que celebramos que María está disfrutando del estado de felicidad supremo y definitivo. La Madre de Jesús está unida a su Hijo, y vive allí, junto a Él, cara a cara, en comunión de amor.

A todos los hijos de Dios nos causa alegría y esperanza saber que la Virgen, a quien Jesús nos dio como nuestra Madre, está gozando del estado de felicidad definitivo.  Saber que nuestra Madre está allí nos impulsa a elevar nuestra mirada a ella para implorar su guía y protección.

Ésta fiesta nos habla de nuestro futuro pero sin dejar de hacer referencia a nuestro presente. Nos habla del futuro porque nos anima a mirar a María y saber que después de nuestra peregrinación por este mundo nos espera la felicidad definitiva. Nos habla del presente porque este estado de gozo perenne lo podemos alcanzar si cada día nos proponemos vivir como vivió ella en Nazaret, es decir, haciéndonos esclavos del Señor para que su Palabra se haga vida en nosotros.

Todos nosotros tendemos a la felicidad, pero en muchas ocasiones de nuestra vida aparecen obstáculos que hacen que no podamos alcanzar esa alegría a la que Dios nos anima a alcanzar.

La fiesta de la Asunción es un día de alegría. ¡Dios ha vencido! ¡El amor ha vencido! Se ha puesto de manifiesto que el amor es más fuerte que la muerte, que Dios tiene la verdadera fuerza, y su fuerza es bondad y amor.  Dios vence a Satanás, el amor triunfa sobre el odio, al igual que la vida sobre la muerte. Dios es amor, y donde hay amor hay vida; ésta vida no termina con nuestra muerte corporal, sino que tiene preparado para cada uno de nosotros una morada eterna.

Para que la alegría habite en nuestro corazón debemos vencer las tentaciones que nos propone Satanás. Éste nos quiere llevar por una vida desordenada ofreciéndonos diversión, una vida llena de placeres y bienes materiales, haciéndonos creer que lo más importante es vivir la vida para uno mismo y no para los demás.

Lo único que nos puede ofrecer el dragón es vivir eternamente en el infierno, separados de Dios por la eternidad, siendo eternamente tristes e infelices. No debemos permitirle que entre en nuestras vidas y nos saqué la alegría que Dios tiene preparada para nosotros.

María superó la muerte; está totalmente vestida de vida, elevada en cuerpo y alma a la gloria de Dios; así, en la gloria, habiendo superado la muerte, nos dice: “¡Ánimo, al final vence el amor!” Si nos entregamos a Dios y al prójimo podremos tener confianza y valentía para vencer todas las amenazas del dragón.

La Virgen, al ser inseparable de su Hijo, ya venció al dragón, la mujer vestida de sol está inmersa en la luz de Dios. La Virgen está en el cielo con Dios, feliz para siempre, y desde allí nos ilumina, vestida de sol, con el resplandor de la luz de Dios.

Dejémonos guiar por aquella que está en la luz de la eternidad, aquella que desea que nosotros formemos parte de esa luz eterna. Esa luz que empezamos a construir aquí y vivir por toda la eternidad.

Dios los bendiga por medio de Nuestra Madre,

Pbro. Marcelo Marciano

 

 

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